lunes, 13 de septiembre de 2010

LA INDECENCIA

Que un estudio no da el resultado que interesa, “no problem”, que dirían los ingleses, se repite en otras condiciones, argumentando cualquier majadería que se nos ocurra, un problema puntual al que le podamos echar la culpa de los fracasos de intentos anteriores o cualquier excusa que nos permita repetir y repetir la prueba hasta que salga, hasta que se aburran los que estén chupando del tema, o hasta que se aburran esperando resultados los ingenuos paganinis, cazadores en los casos que nos ocupan, y listo. Momento en el que evidentemente habrá que buscar una nueva forma de sacar dinero a los sufridos cotizantes, que la teta de la vaca hay que continuar exprimiéndola.


Que se tiene que bailar el agua a quienes, personas o entidades, han estado siempre enfrentados, para así repartiendo el pastel mantener a todo el mundo callado, pues da igual, siempre existe algún cargo, algún premio o alguna prebenda que se pueda usar sibilinamente para salvar los muebles.

Cuántas iniciativas perdidas, y por supuesto cuánto tiempo y dinero -por no hablar de las ilusiones de los cazadores o los intereses y el bien de la caza y el medio ambiente-, por los egoísmos y egocentrismos de personajes, la chapuza de los actores, la complacencia de las Administraciones desde sus amiguismos, así como el consentimiento de un mundo cazador que permanece mudo y sumiso.

Aquí demasiados flautistas de Hamelin barren para su casa, buscando única y exclusivamente vivir del cuento y que ese vivir sea lo más largo y productivo posible, que lo de la ética, la moral, las ganas de trabajar por quienes confían en ellos y encima los mantienen, ni da para comer al ritmo que muchos pretenden, ni les permite salir en esas fotos que tanto les gustan y necesitan.

Un pitorreo y una vergüenza, que alcanza ya tintes surrealistas y en la que los cazadores estamos permitiendo que nos tomen por … ya no idiotas, imbéciles, perdón, oligofrénicos profundos para aquellos que encima pretenden ser políticamente correctos, que saben -y eso es lo peor-, que podrán continuar riéndose de nosotros. Pues aquí no va a pasar nada, que aquí, nadie piensa hacer nada. No, si al final resultará que lo somos.